Normalmente, cuando estás tocando encima del escenario estás bajo la influencia de una sobredosis de adrenalina (muchos habrá bajo otras influencias además), y eso te hace sentir como si flotaras por encima de la audiencia, como si fueras una fuente de energía, como si fueras más guapo e ingenioso que cualquier otro ser humano. Cuando todo se acaba, vuelves de golpe a la cruel realidad y llega la famosa "bajona de después del concierto", algo parecido a la tristeza post-coito.
Eso es cuando todo sale bien. Cuando la cosa sale torcida, lo que te queda son unas importantes ganas de morirte. Este es uno de los número de Mi rollo es el Rock a los que más cariño le tengo justo por que refleja esa tremenda frustración. Por cierto, el público de las dos últimas viñetas son amiguetes que calqué de fotos que andaban por mi disco duro en ese momento y que me vinieron cojonudos para hacer el relleno.
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